Nuestramérica. Nunca fue un descubrimiento, fue una invasión
Henry Pacheco / resumenlatinoamericano.org
Lo sucedido el 12 de octubre de 1492 podemos llamarlo de muchas maneras, pero jamás puede llamarse «descubrimiento». Las tierras incógnitas a las que llegaría Colón en mencionada fecha carecían de nombre, los noruegos jamás imaginaron haber llegado a un nuevo continente mucho tiempo antes, y el mismo Cristóbal Colón muere pensando que había llegado a alguna isla de Asia por la espalda.
La pimienta, canela, clavo de olor, jengibre y nuez moscada eran tan codiciados como la sal para la conservación de las carnes, para la época se decía que una bolsa de pimienta «valía más que la vida de un hombre», la corona Española necesita un acceso directo a las fuentes de estas especias sin tantos intermediarios, por tal razón los reyes de España deciden financiar el viaje de Colón, además existía la esperanza de encontrar alguna isla llena de metales preciosos como los citados por Marco Polo en su libro, el cual llevaba Colón consigo.
El Gran Cristóbal Colón al que rendimos honores en Latinoamérica, con plazas, estatuas, calles y estaciones de metros, no fue más que el comandante de una invasión que comenzó bélicamente tres años después de su llegada en las tierras de la hoy Republica Dominicana. Algunos caballeros, alrededor de doscientos infantes y perros adiestrados para el ataque diezmaron a nuestros indios que lucharon en desventaja ante un ejército entrenado que contaba con armaduras, caballos, espadas y mosquetes.
Los indios jamás había visto un caballo, mucho menos sabían de la existencia de la pólvora y no conocían las espadas, el mismo colon cuenta en su diario que: «al mostrar las espadas a los indios la tomaban por el filo y se cortaban porque no sabían de qué se trataba aquel pedazo de metal».
Más de quinientos indios fueron tomados de Dominicana para ser vendidos como esclavos en Sevilla y así llegan una muerte angustiosa. Algunos teólogos protestaron y la corona junto con la iglesia prohíben la esclavización de indios; o quizás más bien la hicieron «bendita», ya que esto da paso al llamado Requerimiento, que no era otra cosa que un documento donde los conquistadores, ante un escribano público, debían leer a los indios (en una lengua que nuestros indios no entendían) una exhortación a convertirse a la santa fé católica y entregar sus tierras voluntariamente y:
«…Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifico que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y os haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere…»
Esto solo era el comienzo de una invasión que contaría con comandantes no solo financiados por la corona Española, sino también por quienes costearon sus expediciones por propia cuenta al enterarse de las riquezas de las nuevas tierras, como es el caso de Hernán Cortez, que hipotecando todos sus bienes se lanza a la conquista de México.
Colón toma para si el caribe, no solo arrasaría las islas, sino que al llegar a costas venezolanas se jactaría de haber sido quien «descubrió» unas tierras llenas de riquezas: «cuando yo descubrí las Indias, dije que eran el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del oro, plata, perlas, piedras preciosas y especias». Esto abriría paso para que Pedro Alvarado fuera con su expedición a Centro América, Francisco Pizarro al Cuzco y Pedro de Valdivia en el sur conquistaría tierras chilenas.
Según algunos cronistas e historiadores conservadores calculan la población nativa americana para 1492 en setenta millones, mientras que algunos afirman haber calculado la cifra hasta un poco más de cien millones, lo cierto es que ciento cincuenta años después solo quedaban poco menos de cuatro millones; este aniquilamiento es causado por las masacres de las guerras, por enfermedades traídas por los europeos y también por la esclavitud inhumana que los hacía trabajar hasta la muerte, incluso algunos monjes españoles, escribirían horrorizados, que las madres de los jóvenes indios estrangulaban a sus hijos para no permitir que se los llevaran como esclavos, ya que sabían el dolor con el que tendrían que trabajar hasta morir.
La población indígena estaba siendo menguada rápidamente, por tal razón muchos se alejaban de los asentamientos españoles (en especial mujeres y niños), mientras unos pocos lucharían a muerte por defender su territorio. Esto daría paso al infortunio de los negros esclavos que serían arrebatados de las aldeas africanas para mantener la mano de obra gratuita en América, no se sabe con exactitud cuántos millones de esclavos fueron traídos de África al caribe, pero por algunos registros se sabe que poco más de la mitad sobrevivía al duro viaje lleno de epidemias, desnutrición o porque simplemente se suicidaban por no soportar ese infierno.
Las arcas de la corona española estaban bastante debilitadas debido a la guerra de reconquista de Granada a principios de 1492, por lo cual encontrarse por casualidad con un nuevo continente hizo que los Reyes con la bendición de la iglesia pusieran todo su esfuerzo e inversión en exprimir nuestras tierras. La colonización no solo estaría llena de muerte y angustias, sino que también se llevaría a cabo el Saqueo más extraordinario de la historia.
Entre 1503 y 1660 habían llegado solo al puerto de Sevilla unos 185 mil kilos de Oro y 16 millones de kilos de Plata de manera «legal» según los registro, esto sin tomar en cuenta el contrabando y piratería que era muy común para la época; tampoco se toma en cuenta todo lo extraído del territorio correspondiente a Brasil, que fue cedido según El Tratado de Tordesillas, suscrito en 1494 entre España y Portugal, donde el Papa Alejandro VI, siendo español y como máximo jerarca de la iglesia católica ligado a la corona, delimita personalmente los territorios que serán otorgados a los Portugueses, como si se trataran de sus propias tierras.
Para no alargarme más quiero finalizar contando la historia de Potosí. Cuando los españoles se encontraron con Potosí, rápidamente se dieron cuenta que era verdad el mito de la montaña que manaba plata. Fue tanto el impacto económico de Potosí para Europa, que cuando Nueva York ni siquiera se llamaba así, ya la ciudad contaba con la misma población que Londres y mucho más que Madrid, Sevilla, Paris o Roma.
Se erigió allí una gran ciudad, que contaba con innumerables lujos para los españoles. En su esplendor en 1650 llego a tener treinta y seis iglesias ornamentadas en plata, varias casas de juegos, catorce escuelas de baile, Salones de fiestas y prostíbulos donde iban los millonarios mineros españoles.
Hoy solo quedan ruinas y miseria en Potosí, como en muchas de nuestras ciudades explotadas solo quedan las historias de lo grande que fueron esas ciudades en años coloniales, mientras estaban siendo exprimidas comercialmente; comercio que solo beneficiaba a los invasores, solo fueron grandes mientras se les despojaba de su riqueza.
Lo triste es que en la actualidad, en nuestra Latinoamérica esto sigue sucediendo.