A 20 años del atentado de las torres Gemelas: Estados Unidos, la “guerra permanente” y el talibán
Ruperto Concha / Katari.org
Un diluvio capaz de volcar 20cm de agua por cm² en solo una hora, realmente es un desastre. Y el diluvio siguió así por varias horas más en el noreste de Estados Unidos. Entre Pensilvania, Nueva York y Maryland se reportaron alrededor de 60 muertes de gente que se ahogó dentro de sus autos en pasos bajo nivel, o dentro de sus casas en barrios bajos o departamentos en subsuelos de edificios.
Era la colita del huracán Ida, que había arrastrado nubarrones cargados de vapor de agua del Caribe y el Golfo de México, y que luego chocaron con vientos fríos del Atlántico Norte. Eso, porque la corriente cálida del Golfo se está debilitando cada vez más, y con ello el intercambio de agua cálida del Golfo por agua fría del Norte, ha disminuido.
El Golfo entonces se recalienta cada vez más, el aire se carga de vapor de agua, y el encuentro con los vientos fríos provocan lluvias catastróficas. Recordemos que en China, meses antes, también las lluvias provocaron el desborde de ríos, dejando un saldo de 66 muertos.
Pero en tanto en el oeste y el medio oeste de Estados Unidos, una sequía brutal ha arruinado a miles y miles de agricultores y ganaderos que, en sus palabras, “sin agua lo hemos perdido todo.” Y, con la sequía, los desastrosos incendios forestales han cruzado ya la frontera de California hacia el noreste, destruyendo a su paso poblados enteros.
También acá, en Sudamérica, la sequía en la región amazónica y los grandes ríos Paraná y Paraguay ha disminuido la disponibilidad de agua a menos del 15% de lo normal.
Y en Brasil, donde el régimen de Bolsonaro sigue haciendo la vista gorda ante la tala de millones de árboles de la selva, en estos momentos están activos casi 30 mil incendios detectados por los satélites. Son los incendios que se alimentan de las ramas y restos resecos de los árboles talados por las madereras.
La sequía, que también afecta a Chile, se origina por el recalentamiento del Océano Pacífico en la zona oriental frente a Australia.
A estas alturas, hasta los más tontos se dan cuenta de que el clima está cambiando. Está cambiando cada vez más rápido…
¿Y qué pasa con el clima político mundial?…
En dos días más será el fatídico 11 de septiembre, la fecha en que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon logró lo que él llamaba “patearle el trasero” al presidente de Chile, Salvador Allende, en 1973, y, también, la fecha del atentado terrorista contra el World Trade Center de Nueva York, en 2001, que dejó un saldo de más de tres mil estadounidenses muertos.
El viernes pasado el actual presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, anunció estruendosamente que había emitido ya un Decreto Supremo ordenando que los organismos de seguridad nacional revisen y preparen toda la documentación existente sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001, para su eventual desclasificación que permitiría revelar públicamente toda la verdad de aquellos hechos.
El mismo viernes, la jurista y abogada Brett Eagleson, cuyo padre pereció en una de las torres, publicó un cauteloso artículo en el periódico New York Daily News, agradeciendo que Biden se haya atrevido a algo a lo que se habían negado los tres presidentes anteriores. George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump.
Pero Brett Eagleson se muestra escéptica, señalando que se conoce bien cómo la maquinaria policial y burocrática de Washington puede retrasar la desclasificación, con un pretexto tras otro, y, además, puede editar o re-escribir los documentos en términos tales que al fin quedan reducidos a palabrería hueca. O sea, documentos que no documentan nada.
Agrega que durante 20 años, los sucesivos gobiernos, tanto republicanos como demócratas han rehusado revelar documentos esenciales, como, por ejemplo, sobre el rol que desempeñó Arabia Saudita en esos ataques.
Señala que el FBI realizó una investigación llamada “Operación Encore”, que se prolongó hasta 2016, fecha en que redactó un informe y se dio por concluida la investigación. Pero nada se dio a conocer sobre lo investigado. Todo fue calificado como “secreto de Estado”, que la gente no podía conocer.
¿Será real entonces que ahora se revelarán los secretos oscuros que rodean el ataque terrorista?…
Las muy maquilladas y manipuladas informaciones que se dieron sobre los ataques del 11 de septiembre en las Torres Gemelas, de Nueva York, y el edificio del Pentágono, más el fallido intento de secuestro del avión UA93, que se habría estrellado luego de que un heroico pasajero enfrentó a los secuestradores…, todo eso son informaciones sin fundamento real. Es decir, aparecen como una versión publicitaria elaborada y entregada al público por el gobierno del Presidente George W. Bush.
De hecho, en los 20 años transcurridos desde el ataque del 11 de septiembre, no se ha logrado demostrar que esas 19 personas señaladas como autores de los secuestros de los aviones, realmente hayan estado en esos aviones. Ninguno de ellos aparece en las listas de pasajeros que las líneas aéreas afectadas publicaron ese mismo día.
También es falsa la información sobre supuestas conversaciones telefónicas, una con el heroico pasajero del United Airways, y la otra, una supuesta conversación telefónica que el Fiscal General Theodore Olson dice haber tenido con su esposa que era pasajera del vuelo American Airlines 77.
Ninguno de esos aviones tenía teléfonos accesibles a los pasajeros, y los celulares no funcionaban en las condiciones de vuelo.
Esa clase de informaciones falsas, sumadas al secretismo oficial y a la concatenación de los hechos siguientes, por supuesto han dado lugar y credibilidad a las teorías que apuntan a que en realidad ese horroroso atentado podría haber sido elaborado por poderosos miembros de la oligarquía secreta internacional, centrada en Washington, para instalar la llamada “estrategia de la guerra permanente”.
Según el análisis estratégico en la perspectiva de esa teoría, el atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos habría tenido por objeto impactar la opinión pública de Estados Unidos y del resto del mundo occidental, generando compulsivamente una mezcla intensa de pavor, repugnancia, odio y deseo de venganza, dirigido básicamente contra las naciones del mundo islámico.
Así la estrategia de la guerra permanente pudo iniciarse comenzando con la invasión a Afganistán bajo la figura de que el gobierno Talibán de ese país estaba amparando a Osama bin Laden, supuesto jefe máximo de los terroristas de Al Qaeda y eventual autor intelectual del atentado.
Siguió de inmediato la guerra contra Irak, que llevó a la ocupación militar de ese país árabe durante ya 17 años, hasta el día de hoy.
El sentido de esa estrategia de guerra permanente apuntaba, según la teoría, en realidad solo a provocar ruina, debilitamiento, discordia y descomposición social en las naciones afectadas, que quedaban finalmente resignadas a someterse por completo a los dictados políticos y económicos impuestos por Washington y sus aliados.
Esa estrategia de la Guerra Permanente, ya había sido aplicada tentativamente por el gobierno demócrata de Bill Clinton para desintegrar Yugoslavia. Pero quedó implementada fuertemente ya con el gobierno republicano de George W. Bush y continuada intensamente por el gobierno demócrata de Barack Obama, a quién pintorescamente galardonaron con el Premio Nobel de la Paz.
En 2011, el gobierno de Obama lanzó la enorme operación titulada “la primavera árabe”, que comenzó con la feroz campaña contra el régimen de Muamar Gadafi, en Libia, el cual pocas semanas antes había sido calificado como “amigo” y “aliado” de Estados Unidos. Siguió con el derrocamiento del dictador de Egipto Hosni Mubarak, otro calificado como “amigo” y “aliado” de Washington, y por el feroz intento de derrocamiento del gobierno del presidente de Siria, Bashar al-Assad, en una guerra que se prolonga ya por más de 10 años, simultáneamente con el comienzo de la cruenta guerra de Yemén, que sigue hasta hoy, en alianza con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.
El rasgo común de todas esas intervenciones ha sido provocar en las naciones afectadas una situación de precariedad social, económica y política, invariablemente unida a un proceso de corrupción de las instituciones y los funcionarios de las instituciones. Es decir, en la perspectiva de afianzar globalmente el dominio imperial de Washington, la estrategia de la Guerra Permanente logró en la práctica castrar cualquiera iniciativa de rebeldía o indisciplina al mandato imperial de Washington.
Y, en términos de la concentración del poder y la riqueza en el mundo occidental, es muy relevante el análisis publicado por la jurista estadounidense Marjorie Cohn, profesora de la Escuela de Derecho Thomas Jefferson y expresidenta del Colegio de Abogados de Estados Unidos.
En su análisis publicado el viernes pasado en el sitio OpEdNews, Marjorie Cohn denuncia que la semana pasada, en pleno desprestigio de la opción militar por la desastrosa evacuación de Afganistán, en el Congreso de Estados Unidos, fíjese Ud., se unieron los republicanos y los demócratas para aprobar casi por unanimidad un aumento del 3.5% en el presupuesto de las Fuerzas Armadas.
Ese aumento representa 29 mil millones de dólares anuales más, sobre los 715 mil millones del presupuesto actual. O sea, queda en 744 mil millones de dólares. De acuerdo a las cifras de contabilidad, el Congreso de Estados Unidos ha autorizado el pago de 2.02 billones de dólares, o sea, dos millones con 20 mil millones de dólares más, a las cinco principales empresas productoras de armas, que son: Raytheon, Lockheed Martin, General Dynamics, Boeing y Northrop Grumman.
Y, según revela un informe de la prestigiosa Universidad de Brown, de Rhode Island, esos pagos corresponden a las compras hechas por las Fuerzas Armadas estadounidense para operaciones que han resultado en la muerte de dos mil 324 militares estadounidenses, cuatro mil mercenarios y 46 mil 319 civiles, muchos de ellos niños, solo en Afganistán.
De esas cifras, las empresas fabricantes de armas han pagado más de mil 100 millones de dólares en operaciones de “lobby”, regalitos en efectivo para ganar la aprobación política de tales presupuestos.
Se entiende, así, que las más fuertes denuncias en contra de la política militarista que asumió Estados Unidos bajo la fórmula de la “Guerra perpetua”, afirmen que la brutal intervención belicosa en todo el mundo es básicamente un negocio criminal de los grandes consorcios industriales y financieros.
Luego de la desastrosa retirada de Estados Unidos poniendo fin a su invasión a Afganistán, la empresa encuestadora Trafalgar Group, con base en Pensilvania, realizó un amplio sondeo de opinión pública en las principales ciudades del país. Los resultados fueron categóricos: Un 51% de la gente considera mala la política internacional del gobierno de Joseph Biden. Un 60% considera pésima la actuación del gobierno en Afganistán, y un 63% de la gente piensa que toda la guerra de Afganistán simplemente no valía la pena.
En cuanto a la visión de la gente sobre el Talibán, las diferencias son “extra partidistas”, o sea, hay demócratas y republicanos que comparten puntos de vista militaristas y conservadores, de derecha o ultraderecha, frente a los cuales otros grupos, tanto republicanos como demócratas, comparten puntos de vista progresistas y más bien de izquierda. De hecho, en el medio de los estudiantes universitarios, preuniversitarios y técnicos, una mayoría de 67% declara simpatías por las propuestas socialistas, y considera que el gobierno Talibán no debe ser condenado de antemano. En cambio los grupos caracterizados como más derechistas se muestran en favor de los grupos anti-talibán, incluso en favor de los terroristas del ISIS-K, que asesinaron a 13 militares estadounidenses en el ataque del 27 de agosto contra el Aeropuerto de Kabul.
Los medios de prensa más conservadores, incluyendo el New York Times y el Washington Post, ya no se refieren a los rebeldes del valle de Panjshir como miembros del ISIS-K, sino como “rebeldes contra el Talibán”. Más aún, reproducen los llamamientos de esos rebeldes a que Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) les den apoyo financiero y armamento.
Sin embargo, está claro que ni Washington ni sus aliados intervendrán en esa lucha. En estos momentos las fuerzas del Talibán ya han logrado controlar la mayor parte del valle de Panjshir, según corroboró la institución caritativa alemana Emergency, que tiene un hospital en ese valle.
No obstante, el avance talibán ha sido difícil, sobre todo porque en su retirada los rebeldes del ISIS-K han dejado gran cantidad de minas anti-persona enterradas en los caminos y senderos.
El valle de Panjshir tiene importancia estratégica porque dispone de un río, y por su ubicación al noreste de Afganistán junto a las fronteras con Paquistán y con la China.
En cuanto a la instalación consolidada del nuevo gobierno encabezado por el Talibán, aparentemente ya se ha alcanzado un acuerdo amplio con los grupos tribales más importantes, y es evidente que existe una mayoría amplia de la gente que ha comprendido que la llamada del Talibán a un gobierno unitario es el único camino hacia la restauración de la economía, el orden y el derecho.
Tanto China como Rusia han anunciado su compromiso de reconocer al nuevo gobierno desde el momento mismo en que quede claramente constituido y con participación de grupos políticos diversos.
En tanto, ya en Estados Unidos mismo varios refugiados afganos han reconocido que para la mayoría de la gente en su país el Talibán era visto como un mal menor, claramente preferible a los invasores norteamericanos y a sus corruptos colaboracionistas afganos.
En estos momentos, los gobiernos de Qatar y Turquía han declarado que apoyarán al nuevo gobierno de Afganistán, sobre todo en la operación de los aeropuertos.
Para Washington será muy difícil justificar su bloqueo de los fondos del gobierno de Afganistán, unos nueve mil millones de dólares que el Gobierno depuesto había depositado en bancos estadounidenses. En Europa, en tanto, se advierte una actitud mayoritariamente conciliadora hacia el nuevo gobierno del Talibán, a la vez que las encuestas indican que el Partido Socialdemócrata de Alemania, después de casi 15 años, ha vuelto a ser mayoritario desplazando a la coalición derechista que encabeza la Unión Cristiano Demócrata.
Y, en tanto, en Gran Bretaña, principal aliada de Estados Unidos en estos momentos, la opinión pública se ha vuelto claramente en contra del gobierno encabezado por Joseph Biden. El propio ministro de Defensa británico, Ben Wallace, el jueves pasado declaró ante la prensa que ya quedó en evidencia que Estados Unidos dejó de ser una superpotencia y que ahora no es más que una “potencia grande”.
Así, pues, parece evidenciarse, a nivel mundial, que el cambio climático ya se nos vino encima. Ya están alertando que el próximo huracán, bautizado como “MU”, está desarrollándose con vientos de 140km/h, acercándose a las costas estadounidenses.
Y, como decía al principio, el clima político mundial también está cambiando rápido… quizás respondiendo a un cambio más profundo que se está dando en la cultura a nivel planetario.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que admitir que el peligro a veces puede ser muy entretenido.