El proceso de cambio sin Ajayu
Jhonny Peralta Espinoza / katari.org
Después del triunfo electoral contundente en octubre del 2020 por el MAS, la política ha transcurrido de forma perversa, el gobierno se quedó en el festejo y no mira el horizonte ni valora la lucha del pueblo por recuperar la democracia, hoy hay la sensación de un vacío de sentido y, lo peor, de una recuperación por parte de la derecha de terreno perdido.
El gobierno tomó importantes medidas económicas: bono contra el hambre; reintegro en efectivo del impuesto al valor agregado; creación de un impuesto a las grandes fortunas; incremento de la inversión pública a 4.011 millones de dólares; fideicomisos de apoyo al sector productivo y a la promoción de políticas de sustitución de importaciones por 911 millones de Bs.; y en salud gestiona vacunas sputnik, pruebas de antígeno nasal y suministros de bioseguridad, además de garantizar la gestión escolar.
Sin embargo, hay una sensación de impotencia en el Proceso de Cambio, carece de ajayu, de fuerza, de poder para realizar acciones políticas que nos revelen que hay un horizonte de transformación importante, sin olvidarnos que la impotencia, hoy en día, es el sentimiento más común en relación a la experiencia de la política.
¿Cómo entenderemos esta impotencia?
La realidad señala lo siguiente: el fracaso de la reforma de la justicia; la rearticulación de una clase media que después del golpe se borraron de las redes sociales y hoy ocupa la alta burocracia.
La perorata en boca de antiguos jerarcas sobre la formación de cuadros y que hoy suena a demagogia pura y dura; la tardanza en dar señales de que se está afrontando la tarea de la reconducción del Proceso de Cambio.
La falta de iniciativa del Vicepresidente en cuanto a la construcción del poder político de las naciones indígenas, recordándole que “ya se está gobernando” en un complejo contexto que demanda acciones políticas concretas.
La ausencia de acciones concretas en la lucha contra los medios de comunicación privados que siguen reproduciendo su verdad “privada” como la verdad y que la imponen a la opinión pública; la amenaza del ejecutivo de la COB, Huarachi de que “los trabajadores jamás renunciarán al beneficio de tener un incremento salarial”, cuando hoy es más necesario que nunca que la economía política sea el arma de lucha para conquistar un mayor excedente económico de manos privadas.
La impunidad de militares, paramilitares y policías que ultraja al pueblo que luchó y puso los muertos; los sistemas de salud y educación que hoy inmunizan o protegen a pequeños sectores sociales y, por otra parte, dejan expuestos a inmensas mayorías sociales a su suerte.
Cuestionarnos sobre estas impotencias implica hacer una revisión radical de nuestra idea de la política, exige que el gobierno “habite” esas impotencias junto a los movimientos sociales, donde estos últimos dejen de ser solo espectadores o víctimas de las decisiones del gobierno, sino que sean capaces de crear, pensar, sentir a partir de lo que les sucede en sus mentes y corazones.
Solo de esta manera gobierno y pueblo pueden producir múltiples interpretaciones sobre cada impotencia-problemática, planteando muchas respuestas basadas en visiones diversas con sus discrepancias, conflictos y valores.
Esto significa construir un proceso, en lo colectivo y en lo político, que ayude a desangustiar el hecho de estar sostenidos sobre nada; este ajayu nos falta, la fuerza de un proceso que abre el futuro, además que implica luchar contra el neoliberalismo que ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del pueblo, y que en el fondo significa socavar la expresión más radical de la democracia basada en la libertad, la igualdad y el gobierno popular.
Solo en este caso se amplía el espacio de lo moral, el espacio de las experiencias, donde la dimensión ética del proceso de cambio y de los movimientos sociales se relaciona con las formas de vida provocando que decidan lo que importa y no importa, lo que debe ser defendido y lo que no, lo que hay preservar y lo que se debe desechar.
Todas las impotencias señaladas surgidas después del golpe y que se ahondarán con la crisis múltiple, pueden constituirse en el cuello de botella que puede asfixiar al Proceso de Cambio, más aun tomando en cuenta que el gobierno está tardando en dar señales para atreverse a pensar a fondo o transformar, porque solo se está dedicando a gestionar lo necesario e inevitable para “volver a la normalidad”, así la gestión per se oculta y tapa las preguntas radicales de la crisis que vivimos y otras que vendrán.
Qué pasaría si el gobierno, que vive en medio de muchas impotencias, se atreve junto a los movimientos sociales a plantearse nuevas preguntas y respuestas, nuevas maneras de pensar y actuar sobre esas impotencias, esto exige transformar radicalmente la política con los pensamientos, las necesidades, los deseos, los saberes, las redes de afecto de los movimientos sociales.
Así, la reforma de la justicia se iniciaría desde los que padecen las injusticias; la clase media pusilánime convertida en alta burocracia debe ser interpelada desde los que nunca formaron parte de la administración; la formación política desde las necesidades de los que lucharon un año para recuperar la democracia.
La reconducción del proceso de cambio desde los pensamientos y saberes de los movimientos sociales; el gobierno de las naciones originarias desde la autoridad moral de los indios y las indias; el debate por la verdad desde los saberes de las radios comunitarias.
La lucha por disminuir el excedente económico privado a favor de los más necesitados desde el acompañamiento de la lucha de la clase obrera para pasar de la clase en si a la clase para sí.
El castigo a los asesinos de Senkata y Sacaba desde los sentimientos de las víctimas; y una salud y educación de calidad desde las urgencias de los más desfavorecidos.
Es este ajayu del que carece el Proceso de Cambio, donde todas y todos seamos capaces de pensar y actuar a partir de las realidades que nos afectan, dejando de ser espectadores o víctimas, abandonando la queja y la espera permanentes y superando el monopolio de los que saben y pueden.
Ahora que la derecha sigue expectante y naufragando en su incapacidad, sin dejar de ser conspiradora, es fundamental preguntarnos sobre la vida en común que queremos vivir y respondernos creativamente de nuevas posibilidades de existencia.
Sin duda este reto es difícil y problemático, pero el más fecundo, porque al confrontarnos con nuestros problemas, las respuestas supondrán nuevos aprendizajes y la creación de nuevas situaciones y experiencias.
Este ajayu nos conduce a la politización colectiva porque nos respondemos sobre cómo queremos vivir juntos, provocando la transformación social de nosotros mismos mediante el cuestionamiento radical de situaciones que las tenemos “naturalizadas”: la reforma de la justicia hecha por expertos; no se puede socializar la salud; la democracia liberal representativa es la más democrática; la relación entre sexos siempre fue desigual; etc.
Si no recuperamos el ajayu para el Proceso de Cambio el deseo de su reconducción habrá abortado, corriendo el riesgo de agonizar en las próximas elecciones, sin ajayu la política será una simple gestión de las cosas, porque hablar de los logros de los 14 años ya no están acordes con las prácticas y las experiencias que se han adquirido con el golpe de Estado y con la crisis compleja y diversa que seguiremos soportando.
Hablar de la agenda 20-25 ya no seduce
Pareciera que estamos huérfanos de la idea de revolución, atrapados en imágenes que ya no nos dicen nada, ni hacen vibrar el deseo (un ejemplo fue ser derrotados por la derecha sin luchar).
Hace falta otro vocabulario, otras imágenes, el pueblo boliviano politiza la realidad cada día, y si el Proceso de Cambio carente de ajayu no quiere agonizar, está obligado a reimaginar la revolución, o sea a pensar la transformación del país fuera de los modelos revolucionarios heredados, esto implica repensar el cambio social y todo aquello que lleva asociado.
Las figuras del nosotros, el enemigo, la organización, la estrategia, el conflicto, las tácticas, la formación política, las convicciones, el compromiso, el pensamiento, el objetivo, etc.; caso contrario la crisis múltiple y compleja será la ocasión perfecta para que el neoliberalismo lance una auténtica «guerra política» contra todos los obstáculos que frenen su domino autoritario, regresivo, reaccionario.