Carta abierta a Pablo Hasél
Jordi Cuixart / sinpermiso.info
Después de tres días de movilizaciones por el encarcelamiento de Pablo Hasél, Jordi Cuixart, que lleva preso tres años y cuatro meses, le dirige unas palabras en esta carta publicada conjuntamente por El Salto y La Directa.
“La prisión no es el peor lugar del mundo
para alguien que se atreve a pensar por sí mismo”
Nadi Tolokonnikova (Pussy Riot)
Carissimo Pablo,
Con este superlativo Gramsci empezaba todas las cartas a Tatiana; es una de las primeras cosas que descubrí en Soto del Real hace más de tres años. Te envío un abrazo desde la celda, convencido de que no te han puesto la prisión adentro.
Ponent está a 120 kilómetros de Lledoners, pero en el fondo todas las prisiones del mundo están en el mismo lugar, en la parte más oscura del sistema, allá donde nadie quiere mirar, porque es donde reside la madre de todas las injusticias. Pero también aquí se juntan toneladas de humanidad, casi imposibles de encontrar más allá de los muros.
En el año 2018, cuando presentamos Demà pots ser tú, los abogados de Òmnium me explicaron que participabas en la campaña. Y recuerdo que me hizo mucha ilusión, porque para el mayor de mis dos hijos siempre has sido uno de las raperos de referencia, y eso nos unía un poco más.
La prisión está llena de aprendizajes, y no dudo de que aún te hará más rebelde conocer de primera mano cómo se ceban las desigualdades en muchos de nuestros compañeros de módulo. Asumir las consecuencias de los propios actos para denunciar a quien encarcela la protesta y la disidencia política (y cultural) es motivo también para dar sentido a nuestras vidas. Para convertir la frustración en lucha por la esperanza.
La libertad de expresión se defiende ejerciéndola. En pleno siglo XXI, cuando el Estado español se consolida encabezando el ranking de represión artística, por delante de Irán y Turquía, como señala Freemuse, tú has decidido utilizar tu situación como altavoz, y eso merece un reconocimiento absoluto.
La policía entra en la universidad para detener y encarcelar a un cantante, mientras el fascismo aviva el odio en la calle, en los tribunales, en las redes sociales y en los parlamentos, a la vez que se multiplican los delitos de odio contra las personas LGTBI, como denunciaba el Observatori contra l’Homofòbia. Ya lo dijo Xavier Vinader: “El Estado no ve la extrema derecha como un peligro, sino como una colaboración necesaria”.
La operación de los poderes del Estado contra la disidencia es permanente y desgraciadamente no se para con tu encarcelamiento. De hecho, condenas como la del Tribunal Supremo por el primero de octubre dan carta blanca para perseguir derechos y libertades de toda la ciudadanía. Tu encarcelamiento, como el de Dani Gallardo o los compañeros de Altsasu, son las mismas caras de una oleada que también suma cerca de 3.000 represaliados en la lucha para la autodeterminación.
Pero que nadie lo olvide: esta represión viene de lejos. Porque el dictador murió en la cama y, hasta que no se haga justicia con los crímenes del franquismo, el Estado está condenado a convivir con sus propios fantasmas. Hoy el fascismo no se ha ido de las estructuras del poder del Estado y, para empezar, Felipe VI representa la herencia franquista y está dispuesto a todo para no perder los privilegios heredados de su padre y del régimen del 78.
“Somos más de condenar por injurias a la corona que de condenar las injurias de la corona”, reconocía la actriz Ana Milán mientras el coche se te llevaba. Es evidente que aceptar obedientemente la crisis democrática y social que padecemos, así como la emergencia climática, el patriarcado y los estragos de una pandemia global, sería una temeridad. Porque además de ser el único de la Unión Europea a quien Amnistía Internacional exige liberar activistas, hoy el Estado español lidera otro triste ranking, el de un 40% de paro juvenil. ¿Qué piensan, que la juventud se quedará en casa y renunciará a luchar por su futuro?
Cuando se vulnera el derecho fundamental a la vida digna, no tenemos ninguna otra opción que cultivar el respeto hacia los derechos humanos, incluso por encima de la ley. En el fondo, señalar sus deficiencias es el mejor servicio que podemos llevar a cabo en democracia. La presión ciudadana es sobre todo una garantía contra el inmovilismo del estado de derecho, porque ninguna sociedad es libre bajo leyes a las cuales no reconoce ninguna legitimidad.
Y, como explicaba Howard Zinn, si todos obedecemos la voz de la conciencia, no se produce el caos, sino que quienes reprimen ya lo hacen siguiendo su propia conciencia. Precisamente por ello, en vez de preservar la creación, que nos estimula y nos empodera, en medio de una espiral regresiva, el Estado se dedica a encarcelar la cultura.
Así, ante el miedo a los raperos, a las urnas o a los activistas culturales, la única respuesta es volver a hacerlo. Como hace el amigo Abel Azcona o la periodista Helena Maleno tras causas y denuncias; hay que seguir ejerciendo los derechos perseguidos siempre que sea necesario y allá donde lo sea.
Estimadísimo Pablo, resiste. Sabes que tienes el apoyo de miles y miles de personas que nunca dejaremos de exigir tu liberación inmediata. Y, además, has conseguido que mucha gente, también algunos artistas que hacía demasiados años que miraban hacia otro lado, levanten la voz contra la mordaza hecha ley.
La única lucha que se pierde es la que se abandona, así que, pase lo que pase, recuerda respirar y que la libertad interior, por mucho tiempo que nos encierren en la celda, nunca nadie nos la podrá quitar. Y esta también es nuestra victoria.
Mantente libre y tengamos coraje.
¡Siempre hacia adelante!