- El cardenal de El País y el MAS
En Bolivia comenzaron formalmente las campañas a favor y en contra de la nueva constitución política del estado, cuya aprobación será sometida a referéndum el próximo 25 de enero.
En la misma consulta popular se podrá decidir también las superficies máximas para propiedades agrícolas (5000 o 10000 has.).
En el transcurso de las últimas semanas el gobierno ha demostrado su voluntad de enjuiciar a diversos responsables de los desmanes, saqueos, golpizas y atentados terroristas ocurridos durante el mes de septiembre, en el marco de un plan golpista que apostó por caotizar el país.
Muchos de los autores, físicos o intelectuales, provienen de la región oriental; un número apreciable de ellos son grandes terratenientes.
Para dar sólo una idea de su capacidad y recursos, basta indicar que los seis latifundios más grandes de Bolivia (en total 6670 kms2) equivalen en superficie a la suma de los veintiún países más pequeños del mundo.
Buena parte de sus propietarios poseen además cadenas televisivas, periódicos y radioemisoras; en Bolivia la mediocracia actúa organizadamente, pautada por intereses empresariales contrarios al proyecto popular.
Con una frondosa galería de personajes impresentables, las fuerzas conservadoras locales están huérfanas de figuras creíbles.
Necesitadas de rostros confiables y con arraigo y simpatías tanto en el pueblo como a nivel internacional, han decidido reimpulsar al cardenal Julio Terrazas, arzobispo de Santa Cruz.
Esta vez con el apoyo del periódico El País, de España, célebre por su postura sistemáticamente contraria al gobierno de Evo Morales (el conocido periodista ibérico Pascual Serrano ha realizado numerosas investigaciones y denuncias contra aquel medio de prensa en su sitio www.pascualserrano.net)
El País acaba de seleccionar a cien personajes relevantes del 2008, entre los que incluye al cardenal boliviano, ubicándolo en la categoría «líderes».
Resulta interesante leer la breve reseña biográfica de ese periódico, que en pocas líneas cambia de conceptos, se contradice, y por fin instala lo que le interesa: la promoción y respaldo a quien pudiera coordinar y garantizar un movimiento de oposición al proyecto popular, habida cuenta del estrepitoso naufragio de otras estrategias.
Como en el cuento del lobo enharinado, el autor de la nota no logra disimular lo que pretende.
Describe a Terrazas como «diplomático», y a renglón seguido «mediador», pero de inmediato lo reconoce como políticamente posicionado, dispuesto a desafiar la legalidad con su participación pública en el espurio referéndum del mes de mayo, incluyendo su voto en favor de la autonomía, que el periodista da por descontado.
Para avalar la acción del clérigo, el escriba afirma que «un cardenal puede ejercer sus derechos políticos», aunque se cuida de ofrecer detalles sobre la inconstitucionalidad e irregularidad de aquella consulta.
De todas maneras ¿a quién puede importarle ese detalle de menor cuantía, si en definitiva se trata de una nación gobernada por un indio?
En la galería fotográfica que incluye El País, Terrazas salió mal parado.
Lo ubicaron lado a lado con una vicepresidenta del Banco Mundial que dice «somos el organismo más preparado para combatir la pobreza» (!) y con Alfredo de Angelis, defensor a ultranza de terratenientes, cuya figura fue promovida en Argentina por medios de comunicación afines al golpismo fascista.
Como era previsible, varios grandes medios impresos bolivianos inauguran la semana con el cardenal en sus portadas.
Para ellos, la selección hecha por El País es suficiente para colocarlo por encima de los mortales; explotan además una reciente homilía en la cual el dignatario expresa que Bolivia está en manos del narcotráfico.
Todo indica que hay suficientes materiales combustibles como para darle temperatura a una confrontación anunciada.
El gobierno, por su parte, ha mostrado una política errática y poco atinada en su relación con la jerarquía católica, en particular si tomamos en cuenta la apreciable cantidad de laicos y laicas, clérigos y religiosas que laboran identificados con el pueblo pobre.
Sería lamentable que cayera en la trampa de un duelo público de declaraciones contra el prelado, que es precisamente lo que busca la derecha vernácula.