- Cusco da una lección de dignidad a García Pérez
Por Julio Antonio Gutiérrez Samanez
Cuando todo un pueblo se pone de pie y decide protestar, sacudir los harapos y tirar a la cara de los patrones la escudilla inmunda donde le sirven los huesos y migajas que caen de sus mesas, y exige, valientemente, a través de paros y huelgas, que cambie ese miserable estado de cosas, que lo condenan a la miseria, la pobreza, la desocupación, la desesperación y la falta de salud, vivienda y educación.
Mientras, los usurpadores de los gobiernos de turno y sus patrocinados redondean sus lomos y se preparan como buitres para chuparnos las últimas gotas de sangre de nuestros desnutridos cuerpos, dictando leyes con nombre propio, para favorecer a grupos de poder, zurrándose en la protesta del pueblo que las padecerá.
Entonces, usted, todo gordo y orondo, preocupado, sale a los medios a decir que «un número ínfimo de descontentos», de «agitadores comunistas», probablemente «terroristas», que no son nada, frente a veintiocho millones de peruanos (que usted considera mansas ovejas), tratan de promover el desorden y el descontento para desestabilizar el país y deteriorar su imagen en el exterior.
Yo, un ciudadano responsable de esta tierra y orgulloso de ser cusqueño y patriota le respondo que no. Y denuncio la cobarde complicidad de su gobierno con los intereses imperialistas y oligárquicos, su complicidad con el nefasto régimen del dictador que está hoy sentado en el banquillo, junto con la cáfila de criminales que lo secundaron asesinando peruanos.
Lo acuso de aliarse con la derecha antipatriota y transnacional que todo lo ve con ojos de dólares, que cree que el país es una torta ofrecida a la voracidad de «la inversión extranjera». Lo acuso de traición, señor García, traición a su pueblo del que dijo, alguna vez, que le apenaba cómo se había deteriorado su salud, «su dentadura».
Ahora, en su gobierno, el pueblo ya no tiene dientes, come como puede y lo que encuentra. Sobrevive en condiciones inhumanas. La pobreza extrema ha incrementado, mientras sus patrocinados, las grandes compañías transnacionales realizan tramposos y «exitosos» negociados en el turismo y la explotación de recursos naturales de nuestra región.
Se llevan enormes ganancias sin dejar ni el hueso. Si esos recursos continuaran en el subsuelo, nosotros seríamos aún más ricos, porque nadie nos hubiera escamoteado el futuro ni estafado.
Pero, claro, como para usted, los peruanos con dignidad somos «perros del hortelano», debemos aplaudir el saqueo de nuestros recursos y decir amén al tráfico y desnaturalización de nuestra heredad, nuestro patrimonio cultural y dejar que las fauces insaciables de los traficantes «inversionistas» lo engullan todo.
No, señor García. No, es un puñado de agitadores, sino, todo un pueblo consciente de sus valores que el Perú todo debe imitar. Lima, la virreinal ciudad desde donde usted gobierna de espaldas al país, tiene menos de quinientos años y una historia vergonzante de traiciones. La historia de mi tierra se pierde en el tiempo: ¿Veinte mil, diez mil años? De creación heroica.
No hay en Lima nada comparable con los muros ciclópeos de Sacsayhuamán ni con la maravilla universal que es Machupicchu. Nada de eso es la Huaca Pujllana, con la que ciertos periodistas necios trataron de comparar.
Todo mi pueblo es consciente de ello, señor García; por eso, sale a defender y toma las calles, defiende lo que es suyo, como cualquier bien nacido defendería las tumbas y las memorias de sus padres. Eso se llama: Identidad, dignidad, honor, orgullo.
Los cusqueños sabemos que somos un país dentro de otro, que tenemos la desgracia de estar sometidos a Lima; que tenemos identidad y que tratamos de inculcar este valor excelso a toda la nación y al continente entero.
Y ahora usted, en lugar de ofrecer disculpas y recular con sus leyes vendepatria, nos amenaza, nos lanza sus fuerzas represivas. Exhibe colmillos y garras, usando la misma patraña manida de las dictaduras oligárquicas: El «complot comunista».
Ni siquiera en eso es original, pues los dictadores «demócratas» de antaño a su turno, la usaron: Leguía, Sánchez Cerro, Benavides, Odría, Belaunde, también usted y Fujimori, hicieron «redadas gigantes» y llenaron de intelectuales, maestros, hombres probos y patriotas cabales, las cárceles, el Frontón, el Sepa; humillando a la «inteligencia» del país. Siempre bajo la acusación de ser agitadores comunistas.
Si nosotros somos «perros del hortelano», ¿usted, perro de qué jauría es? ¿Para qué amo ladra? ¿Para la oligarquía, la burguesía y las transnacionales?
Dice usted que estamos creciendo, que cada día hay más escuelas, más carreteras, más inversión pública, más cemento y fierro sembrados. ¿Acaso de cemento se alimenta el pueblo? ¿Se le da salud, trabajo a los desesperados desocupados y subocupados que cada día son más?
Sólo crecen y enriquecen los «inversionistas» que festinan sacando ganancias de nuestra tierra. Compañías de aviación, cadenas hoteleras, agencias de turismo, monopolios de telefonía, gas natural, riquezas minerales. Hasta el propio Instituto Nacional de Cultura, que es una tesorería de genuflexos eunucos amancebados para entregar a Lima, todo lo obtenido de explotar nuestro sagrado Patrimonio.
¿Qué queda para los cusqueños? Puestos de mozos, cuarteleros, guachimanes, explotados por los «services» que usted ofreció desactivar. Sólo quedan migajas que reciben los vendedores ambulantes de artesanías y baratijas, los taxistas, los lustrabotas y los mendigos.
Si no hubiera turismo, los cusqueños del pueblo no seríamos los perdedores. Perderían las transnacionales, los «capitalistas chilenos» que trafican impunemente con nuestros bienes en nuestra propia casa.
Un funcionario de su gobierno, el italiano Giampietri, dijo que lamentaba que con estas actitudes y huelgas «el Cusco, perdería ser la sede de APEC, y que dejaría de ser conocido en el mundo». En su necedad, este señor cree ser «el descubridor» del Cusco.
Una ciudad universal por excelencia, una maravilla del mundo moderno, uno de los siete focos civilizatorios del planeta y el único situado bajo la línea ecuatorial. ¿Cree alguien que Cusco necesita de un Giampietri para ser conocido? ¿Cursó primaria este señor almirante?
»» ¡Llévese su APEC donde le venga en gana!- De toda esta lucha, lo más importante es que mi pueblo es consciente, sabe lo que vale, lo que posee, y detesta la injusticia y la «pendejada» de los políticos.
Sabe que algún día tiene que romper sus cadenas y conducir como dueño, su propio destino, explotando para sí, sus ingentes riquezas, mejorando la calidad de vida de todos sus ciudadanos, progresando colectivamente: Recuperando el sistema social que creara la maravilla de Machu Picchu.
¡Qué lástima que aún no tengamos autoridades regionales preparadas para conducir un cambio de tal naturaleza! ¡Qué lástima que los furibundos criticones de ayer sean ahora apacibles lebreles comiendo de la mano dadivosa de sus amos, las sacrosantas transnacionales! Por eso los vamos a revocar, por incapaces y vendidos.
Ahora, pues, señor Presidente de las transnacionales, desate la represión, atropelle, persiga, torture, llene las cárceles, si lo quiere. Pero sepa que el pueblo patriota vivirá mucho más que sus verdugos.