Ideología indianista: Sobre dos axiomas del indianismo
Iván Apaza Calle / periodicopukara.com
Cuando hablamos de una verdad que no se puede negar, nos referimos a un hecho histórico concreto en la historia de las naciones autóctonas: la colonización.
Este hecho no se puede negar nominalmente porque ocurrieron a partir de 1492, consiguientemente 1532 en la historia de los aymara-qhiswas; de otro modo sería anular un hecho elemental para el entendimiento de los fenómenos sociales en el tiempo y que hoy se nos presentan de modo caótico a primera vista.
Si entendemos a partir de los datos históricos, aun cuando estos fueran las escritas por los vencedores, podemos inferir básicamente que en 1532 y 1533 en Cuzco ocurrió un enfrentamiento de voluntades contrarias y contradictorias, pues españoles e inkas eran diferentes, con intereses disparejos.
En este fenómeno, no se observa acuerdo de voluntades, sino como última instancia la medición de fuerzas y todos los recursos que fueron necesarios para imponer la voluntad. El querer u objetivo de ambos, se resuelve en el enfrentamiento de estos dos polos; resultado de esto, es pues, un victorioso y un derrotado.
Esto trae evidentemente implicancias, como el sometimiento de los derrotados. Sea en la experiencia de los aztecas e inkas, no hay diferencias de lógica, la esencia colonial es someter al otro a su voluntad a través de la guerra; Todorov ha dicho en un estudio que, “el encuentro entre el Antiguo y el Nuevo Mundo que el descubrimiento de Colón hizo posible es de un tipo muy particular: la guerra, o más bien, como se decía entonces. La Conquista”.
La reacción natural de las naciones autóctonas ante la acción de los españoles, deviene en una defensa y guerra para derrotar al invasor, ya que no es normal para ellos el sometimiento extranjero; no estaban acostumbrados a las matanzas violentas de estos extraños que han capturado al Inka e instrumentalizado a colectividades de autóctonos. Podemos extraer algo de este análisis.
Hay una reacción contra colonial natural, que no necesariamente surge a partir de un proceso de concientización para que se oponga a la acción colonial, porque son sujetos libres hasta ese momento; esta reacción nace como un espasmo ante la realidad que están observando; pero hay algo importante más; que la conciencia de los autóctonos en esa época no se ha sometido y que se sabe quién es quién.
La victoria de los españoles deriva de su política colonial: en este caso de la instrumentalización de colectividades autóctonas que sirvieron a ojo ciego a los españoles, pero ¿acaso los autóctonos no tenían la conciencia libre? Las colectividades instrumentalizadas eran propensas a ser víctimas del discurso del invasor, en cambio aquellas colectividades que reaccionaron frente a la acción colonial no sufrieron el lavaje cerebral del invasor.
Hasta aquí, es un momento de enfrentamiento o choque de dos civilizaciones que tienen sus propias formas organizativas, modo de concepción del mundo, cultura, etc. cuando capturan al Inka Atawallpa, aún no tienen el absoluto control político, pero en cuanto lo ejecutan en 1533, se sobreponen a la sociedad autóctona; en efecto, lo que se origina es la colonia, consecuentemente, la colonización produce colonizados y colonizadores.
La institución de los virreinatos, es consecuencia de esa voluntad de los españoles sobrepuesta a la voluntad de los autóctonos, asimismo, es la ocupación de estructuras coloniales en estas tierras. En la medida en que hay una estructura, existe una interacción q’ara-indio o lo que se conoce también como: dinámica micro social.
La sociedad autóctona ahora como, sociedad india, se mueve bajo las estructuras coloniales: virreinatos, lo que consecuentemente es la influencia externa en la existencia de cada individuo.
Cualquier juego inventado por los seres humanos, tiene una estructura bajo el cual se somete el jugador, estas estructuras son reglas cuya finalidad es someter a los jugadores; consiguientemente sacar un ganador y un perdedor. Las reglas de juego en este caso implican un orden bajo el cual interactúan los jugadores.
El laberinto se ha constituido en nuestro medio en un juego, bajo el cual podemos especificar la idea de estructura; las paredes de un laberinto son estructuras bajo las cuales el jugador tiene que moverse; este movimiento no es libre, ya que hay estructuras que impulsan el movimiento direccionado hacia un fin u objetivo, como podemos observar, hay una determinación para la acción del jugador.
La finalidad de las reglas es orientar la potencia del jugador hacia un determinado fin, en efecto no hay una acción libre de la potencia sino de antemano determinada. El jugador que se enrola en esto básicamente está sometiendo su voluntad a la regla y actúa cumpliendo el mandato dispuesto por el inventor del juego.
La estructura social, es similar a la teoría del juego solo que sometiendo la voluntad; los virreinatos en la colonia tuvieron también la finalidad de direccionar y someter la interacción de las sociedades autóctonas. Y esto ha venido transmutándose a lo largo del tiempo.
Los efectos de este fenómeno, han traído como resultado al indio sumiso que está de acuerdo con el orden establecido, pues, está en el sopor; evidentemente, el indio como tal debe de actuar bajo reglas y normas llevándolo a la sumisión cuyos pensamientos radican en argumentos que fueron implantados por la externalidad, de modo que, esas estructuras sociales que moldearon al indio no sean cuestionados por los colonizados.
Pero hay algo más, los individuos, como tal, viven circunstancias experiencias bajo la colonia, estas son íntimas, pueden recordarles o conducirles a los primeros años de su vida, a esos momentos de reflexión, donde cuestionar para explicarse es fresco, estas pueden referirse a la dinámica social y a las reglas del orden colonial, a preguntar el porqué de las cosas; esta experiencia intima es un chispazo en la mayoría, como la estrella fugaz, pero desaparece por la misma condición existencial a la que está sometida, consecuentemente, pasa por alto las injusticias que vive ese individuo, hasta tener la noción de la injusticia como normal.
El mismo sistema mantiene ocupado al colonizado para que este no reflexione. Hay algo que Manuel García Morente decía en su “Lecciones preliminares de la filosofía”, que si uno no hace nada, es decir no tiene ocupación, está frente a la nada, ahí es el momento donde las preguntas empiezan a surgir para explicar el sentido de la vida; sin embargo, en sociedades de contexto colonial, los indios no tienen el tiempo para pensar, la reflexión solo descansa para solucionar y satisfacer sus necesidades vitales: en qué comer, cómo ganar dinero, dónde vivir, qué vestir.
Pero profundicemos esto más. A lo largo de la era colonial, se pueden observar varias revueltas contra coloniales, más aun en las primeras décadas de la colonización española; estos fenómenos sociales son consecuencia del espíritu libre que aún tenían los autóctonos en esas épocas; aún no han sufrido una plena colonización, lo que ocurrió es que, esa generación experimentó y vivió bajo dos tipos de sistemas: el primero el incaico y el segundo lo que venía a ser la colonia; la crisis existencial estaba presente, pues, cualquier individuo de cualquier tipo de sociedad, si ha surgido y crecido bajo un sistema de vida y se lo somete a otro sistema, entonces, lo que resulta es una crisis.
Pero no solo eso, las tradiciones culturales de las diversidades sociales existentes en esas épocas, son reacias al cambio que se quiere hacer por parte de los colonos.
“Romper las tradiciones no es cosa fácil sino que en tanto uno se mantiene bajo ciertas reglas lo normal se absolutiza aparentemente, de ahí que lo nuevo siempre es cuestionado o evitado por el sujeto que se ha mantenido en la tradición, sin querer salir de ella ni innovar. Sin embargo, lo nuevo en tanto es íntimo no es repelido sino con ansias de seguir pero que en cierto tiempo también se convertirá normal”.
En la medida que las generaciones desaparecen y nace otra, éstas en el momento de disociación generacional o transición van heredando la vivencia.
Pero además, hay algo interesante aquí, y es que la primera generación que se enfrentó y sufrió la colonización, es libre, los que nacieron bajo la colonia aún siguen siendo, sólo que en otro nivel, porque la misma estructura social ha ido moldeando su dinámica, direccionando a esta nueva generación emergente a la mansedumbre.
Así hay una larga cadena de generaciones que son diferentes, pero con la esencia de colonizado. Si hay ese direccionamiento a la potencia del colonizado, cuya finalidad es mantenerlo en el sopor, entonces.
¿Cómo es que surge y resurge eso que llamamos revuelta en cada generación?
Esto tiene que ver, con la misma naturaleza del ser humano en general; la curiosidad es natural en los hombres tal como indicó Aristóteles en el primer párrafo de su “Metafísica”, uno, bajo esa característica de querer saber más, puede llegar a encontrar verdades, este es el aliciente para poder cuestionar y seguidamente efectivizar el pensamiento que cuestiona, pero hay que agregar a esto otro elemento natural del ser humano: la capacidad de reflexión.
Si el colonizado o cualquier individuo de otra laya, tienen esta naturaleza, entonces hay una capacidad de construcción de esencia, bajo las circunstancias de la externalidad.
Hay momentos en los que, los colonizados no soportan más su anulación como hombre, la bestialización, su mecanización, no es sino un sopor causado por el sistema social, pero la externalidad no está todo el tiempo controlando, la potencia, la capacidad reflexiva y el querer saber de los colonizados, sino que en sus momentos libres despierta el yo de estos.
A partir de esto, se da cuenta sobre lo que ocurre en su existencia, y este que se revela como tal se une con otros de su calidad y son los que efectivizan la re-vuelta para eliminar la negación que padecen.
Estos sujetos, ya encaminando su libertad, no se ocupan de teorizar todo lo que están pensando, sino en darles las verdades a sus pares, para dejar de ser los no-hombres en términos del genial novelista negro Richard Wright. A partir de la constatación de la situación, se van construyendo en los colonizados lo que viene a ser un discurso.
No creo que las revueltas de Manko Inka II, Tupak Amaru-Micaela Batidas, Tupak Katari-Bartolina Sisa, Pedro Willka Apaza, Zarate Willka, etc., hayan sido simples explosiones mecánicas sin rumbo, sin pensamiento u objetivo; una revuelta por la revuelta, sino que aquí hubo un pensamiento, que quería transmutar a partir de la acción la condición en la que existían.
Las acciones de los tupakataristas de 1781 es clara; el mismo conflicto social, la misma guerra de indios y q’aras saca a flote la vivencia de uno, en efecto la condición existencial que se tiene. Toda acción desde mi perspectiva es efecto de una idea; la revuelta de 1781, entanto acción, conlleva un pensamiento, un discurso.
Que no se dude que la colonia no se ha eliminado, sino que ha sufrido transformaciones, que incluso la misma estructura a través de sus administradores, se han adjudicado como descolonizadores de aquello que habían colonizado, pero la esencia se mantiene ahí, solo que ya no de forma excluyente sino incluyente sometido.
Aquí claramente podemos percatarnos que hay un modo de transformación del sistema en la medida que los colonizados adquieren conciencia de su condición; esta misma incluso, cuando sucede tal redescubrimiento del oprimido, es reconocida por el colonialista, pero, le mantiene en una voluntad servicial ante su voluntad de opresor; como consecuencia se mantiene el sistema q’ara.
Pero, ¿por qué sucede tal fenómeno?
Resulta que si los opresores no tuvieran la constante colonial, el racismo en determinadas épocas o la diferencia en la actualidad, no habría fundamento básico para su voluntad.
“El orden colonial es por su naturaleza excluyente descansa en la incompatibilidad… los propósitos de la colonización se cumplen sólo en la medida en que el colonizado cambie su forma de vida para ajustarla a las necesidades y los intereses de la empresa colonial. Estos cambios imprescindibles, no conducen a la asimilación del colonizado en la cultura dominante, sino solo a su adaptación al nuevo orden en su papel de vencido, de colonizado. La diferencia se mantiene, porque en ella descansa la justificación de la dominación colonial”.
En cualquier época del tiempo, este fenómeno se ha mantenido, solo que con otros nombres y actores, el drama sigue ahí, las indumentarias, los papeles que deben cumplir están presentes.
Las nuevas generaciones aymaras en cada tiempo, han cuestionado y buscado liberarse de este sistema opresivo.
En cada niño, adolescente y joven hay la naturaleza de cuestionar lo externo, porque aún no han sufrido la domesticación de parte de las estructuras coloniales, están en ese camino de la enajenación.
Para la mayoría de las personas la opresión se vuelve normal, pero hay otros que se quedan o se salen del camino, estos son los que cuestionan esa normalidad que para los que llegaron a enajenarse es anormal que estos combatan para destruir aquello que los oprime.
Hay otros sujetos que, por la misma experiencia o por la influencia de los que escaparon de las vías de la enajenación, también se rebelan ante la normalidad colonial y estos pueden optar alejarse del sistema de vida de los oprimidos, incluso de los oprimidos; librarse de la normalidad es consecuencia del redescubrimiento de ese orden para entenderlos aún más.
El autor de “La peste” ha declarado que, “para comprender al mundo es preciso a veces apartarse de él; para servir mejor a los hombres, tenerlos un momento a distancia”.
Porque se deja la normalidad; en tanto sucede esto, se abandona la constante influencia y lavaje cerebral que se da a través de las instituciones-medios del sistema q’ara, por tanto se entiende el funcionamiento de ese orden.