Perú, matriz de discriminación racial y étnica
Rolando Waldo Gomez Poma / losandes.com.pe
“El Inca llamó un día al capitán más viejo de su escolta, que se llamaba Pechuta, y estaba acreditado por su juicio y prudencia, y preguntóle, haciéndole de ello mérito, cuál era su opinión a propósito de los augurios que ocurrían. Pechuta contestó: ‘Gran señor, hijo del Sol y protector de pobres; un antiguo oráculo tenido por verídico por nuestros antepasados, anunció que pasados tantos Incas como los que en vos se cuentan, habían de venir gentes estrañas, jamás vistas, las que dominarían el reino y destruirían nuestros Dioses.’” Filiberto de Oliveira. Leyenda de los Indios Quichuas.
A puertas del próximo Bicentenario de la Independencia Nacional, las palabras despectivas casi siempre van cargadas de insania, discriminación, exclusión y racismo, y son casi naturales entre nuestros conciudadanos; en cada zona, los ciudadanos se identifican como el comportamiento y las actitudes propias de ese lugar.
Si un ciudadano del ande se dirige a buscar empleo a la costa, inmediatamente es motejado como cholo; puede que esta palabra reconozca la pujante actitud del ciudadano, pero siempre denota marginación. Esa carga de odio hace que nuestra patria no pueda ser unitaria (aunque estemos viviendo bajo el manto de la Constitución Política y una demarcación territorial) y los hitos culturales cada vez sean más relevantes.
Sinceramente, en el país necesitamos hacer una catarsis general. En otras latitudes los ciudadanos se sienten comprometidos con sus naciones y realmente sienten un respeto inobjetable por sus héroes y su emblema nacional, mientras que en el Perú cada quien recién está levantando la cabeza porque por más de quinientos años fue subyugado hasta que solo el alma empezó a deambular.
Las culturas, en cada región, sienten que no pertenecen a la patria peruana, ellos son poblaciones étnicas nativas y exigen sus propias tratativas legales. Entonces hace falta que el Estado tenga un tratamiento especial con nuestros congéneres; en el país la discriminación es evidente y por todas partes a diario se puede ver este tipo de actitud contra el prójimo, el rasgo físico es el más evidente, la condición económica dentro de la sociedad, inclusive las propias características fisonómicas étnicas; hemos llegado a estigmatizar horrendamente la posición ideológica política. Vivimos en el mundo de la intolerancia.
La exclusión social es pan de cada día y en todos los sectores, hoy en pleno siglo XXI, cuando existe una ley que castiga la discriminación, en los avisos para contratar personal se puede leer: “personas de buena presencia”, “se necesita secretaria tez blanca, ojos azules”, o “se requiere cholo fornido, no importa que sea educado”.
Al respecto, el año pasado se publicó una encuesta de Ipsos Perú, realizado en marzo del 2014. El 93% de entrevistados respondió que sí hay racismo en el país, 5% dijo que no, y 2% no precisó una respuesta. Inclusive en los propios medios de comunicación existen “líderes” de opinión que incentivan la discriminación lingual, entendiendo que a una persona natural del ande, cuya lengua materna sea el quechua o aymará,… le es difícil de hablar con corrección el español, pues existe una confusión “natural” entre vocales (e, i, u y o), pero eso no es entendido, por lo que son considerados como “ignorantes”.
Si la irrupción española en el ande fue traumática, ahora más que nunca las identidades regionales y étnicas están resurgiendo; no puede ser que las políticas contra la discriminación no puedan ser socializadas adecuadamente, pero en las esferas del poder, los académicos tienen en mente que si no se estudia en las universidades llamadas “fichas” o de primer nivel, que casi todas son privadas y tienen costos elevadísimos, nunca podrán ser parte del Gobierno Nacional, y sí peones en las diferentes regiones; pero quienes enmarcan las políticas de desarrollo nacional son esos profesionales de la élite nacional y esa forma de discriminación es aberrante contra la inteligencia humana y enfrentarlos va a ser una tarea muy pero muy ardua.
Lamentablemente, esos profesionales representan al sistema político imperante y sacarlos de la dirección nacional será difícil, solo un golpe de Estado y cambio de rumbo económico.
“(…) Del art. 2.2º de la Const., se infiere un reconocimiento de la tolerancia a la diversidad como valor inherente al texto constitucional, lo que debe comprenderse, a su vez, como una aspiración de la sociedad peruana. Los individuos no pueden ser arbitrariamente diferenciados perjudicándoseles por motivos basados, entre otros, por su opinión, religión o idioma. Toda fuerza homogeneizadora que no respete o que amenace las singularidades de las personas identificables bajo algún criterio de relevancia constitucional debe ser erradicada.
Esto es, reconocer a la unidad dentro de la diversidad y a la igualdad como un derecho a la diferencia. Si bien este tipo de cláusulas proponen una tutela adecuada al individuo, lo específico y complejo de la protección de los grupos minoritarios ha significado que se planteen medidas constitucionales específicas para la defensa de las minorías étnicas.(…)” (FJ. 27/Exp. N° 03343-2007-PA/TC). Lo que significa que la proscripción a la discriminación es el sentido común del ordenamiento legal, pero la sociedad en sí no toma recaudo de este precepto constitucional y lamentablemente nos dejamos llevar por el color de la piel, forma de pronunciar las palabras.
En nuestra patria estamos al corriente internacional, normativamente hablando, pero lo que falta es socializar y hacer que sea práctica cotidiana la no discriminación; estamos seguros que las frases “no me jodas, cholo”, “calla indio de mierda”, “apúrate negra”,, etc., cuando se oigan, puedan ser grabados e inmediatamente denunciar a los que profieren esas palabras insidiosas, claro que también hay personas que se sienten identificadas con palabras como “cholo” (un entrenador de fútbol lo hizo popular e inclusive se considera un baluarte de identidad), pero esos casos son pocos.
Ahora bien, para el Bicentenario existe una política que no está siendo clara y es la no discriminación; en el tema administrativo, según un informe de la Defensoría del Pueblo, se “prohíben los actos discriminatorios en el ejercicio de la función pública (Ley del Código de Ética de la Función Pública y su Reglamento), en el acceso a los centros de formación educativa (Código de los Niños y Adolescentes, Ley General de Educación, Ley contra actos de discriminación), en las ofertas de empleo y las relaciones laborales (Ley contra actos de discriminación, Ley de Productividad y Competitividad Laboral, Reglamento de la Ley General de Inspección del Trabajo), así como en las relaciones de consumo (Ley de protección al consumidor)”.
Entonces, las identidades están en progresión cognitiva y cada quien reclama ser identificado como parte de una etnicidad; antes nadie quería ser llamado aymara, hoy estos coterráneos se ufanan de ser aymaras. Incluso tratan de hablar su idioma en las grandes urbes sin ningún problema, las universidades nacionales están obligando que sus egresados hablen y escriban en idiomas nativos.
Por eso es que el Bicentenario debe ser el inicio de las nuevas generaciones de identidades y el delito de discriminación, al ser doloso, exige un elemento subjetivo adicional específico y es la intención del autor de anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos de la persona. Estos resultados no tienen que producirse efectivamente, siendo suficiente que el autor haya actuado con tales propósitos. Todos, ante la ley universal y nacional, somos humanos y con iguales derechos y debemos hacernos respetar.